viernes, 11 de mayo de 2012

Llega el día en el que no te quedan más lágrimas. Llega un día en el que sabes que te toca seguir adelante. Es muy cómodo perderse en la autocompasión, pero tarde o temprano la realidad vuelve a sacudirnos la cara. No se puede parar el tiempo. La vida sigue su curso, y te arrastra con ella. Así que llega el día en el que te armas de valor y te enfrentas a lo que queda de tu vida. Unas tristes ruinas que te representan. Empieza la etapa de reconstrucción interna; lenta, dura y difícil. Sería muy fácil abandonar. Puedes parar el tren cuando quieras, Pero una vez abajo no podrás volver a subirte. Algún día, con suerte, puede que todo vuelva a estar en su sitio. Quizás algún día el hueco que dejaste se llene. No pretendo que deje de doler, sé que es imposible. Pero necesito aprender a convivir con este dolor que me consume y me hará enloquecer.






Cinco años después, a punto de ser consumida por el dolor y la oscuridad, aparece un faro que le da rumbo a mi vida. Alguien que disipa todos mis miedos, que me va devolviendo la esperanza perdida. Un guía para este navío sin rumbo. Él.

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